El escenario social y económico que ofrecían las sociedades occidentales en los años sesentas y setentas del pasado siglo, estaba montado. Lo que guió principalmente a los primeros estudios sobre la mujer en el ámbito social, fue la búsqueda de los orígenes de la opresión y la subordinación masculina para con ellas, en ésta búsqueda epistemológica se fueron examinando varios conceptos que trataron de describirla, definirla y analizarla. Tales conceptos se construyeron desde un pensamiento dicotómico, donde lo femenino significaba lo opuesto a lo masculino, la mujer pertenecía en el mundo de lo privado y el hombre en el mundo de lo público, la mujer estaba inserta en el ámbito de la reproducción y el hombre en el de la producción, la mujer representaba a la naturaleza y el hombre la cultura (la razón). Lo común en esa ideología era simbolizar a la mujer en el ámbito de lo irrazonable, inmaterial, emotivo y biológico. Al posicionar a la mujer en estas estructuras materiales y simbólicas, la intención que se perseguía era reconocer a la misma en términos discriminatorios, situación que dio como resultado definir a la mujer como víctima por su diferencia sexual.
En el caso de la historia, al igual que otras disciplinas sociales, al incluir la categoría género, dio como resultado un acercamiento para iniciar la compresión del enramado que se construye en medio de las redes imaginarias identificando los cambios, tipologías, magnitudes y transformaciones en procesos de larga duración al respecto de la construcción de roles sexuales y de género. La finalidad de hacer énfasis sobre la historia con perspectiva de género es que nos permitiría entender a las mujeres como protagonistas (un ser elemental en la vida social) pero también como parte de un entramado de las relaciones que las define en su especificidad como sujetos subordinados porque están bajo el mandato de un sujeto, cediendo así de un nuevo sentido al contenido de la historia. Resulta también importante hacer referencia a la categoría de género, considerándolo como una herramienta de mediano alcance y proponer entonces la omnipresencia de la cultura de género (Pérez et al. 2004) que es más explícito, ya que en cada sociedad parte de una división sexual del trabajo originada en las diferencias biológicas de los individuos.
Un reto actual que se propone el estudio de la Historia, es partir de la idea que existe una cultura de género, la misma, se encuentra apoyada por enfoques antropológicos, filosóficos y sociológicos. Este concepto, el de cultura de género, pretende rendir cuentas sobres las acciones de los hombres y las mujeres en sociedades complejas, estatales y posparentales. Al respecto Muñiz (2004, 52), nos dice que la cultura de género es el producto de los diversos discursos, portadora de significaciones, dirigente de actividades y custodia de comportamientos sexuales y actitudes sociales; así como definitoria de la normalidad y la anormalidad en cuanto al ser hombre o mujer en determinada sociedad y momento histórico. Esta forma de acercamiento, nos faculta para establecer la diferencia entre los parámetros hegemónicos de dicha cultura de género y las variantes que se presentan en los múltiples sectores de la misma sociedad o en sociedades contemporáneas aunque distintas.
Por otra parte, en el terreno de la antropología actual con respecto al género, uno de sus objetivos primarios es "demostrar que las relaciones de género son una dimensión fundamental, junto con la clase y la adscripción étnica, de las relaciones sociales (González, 1993)". Para cumplir esta labor es necesario analizar "con enfoque de género" todos los ámbitos: cultural, psicológico, económico, social y político, así como la forma en que se construyen y operan las diferencias entre los sexos, que tienden a colocar sistemáticamente a las mujeres en posiciones de desventaja y subordinación.
1.11 Los estudios con enfoque de género en Oaxaca
Los trabajos realizados bajo la perspectiva de género en Oaxaca, tienen un sesgo hacia los aspectos de lo "político", salud, gobierno, participación ciudadana, entre otros, todos con enfoque rescatado de las Ciencias Sociales. El Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO), cuenta con una cantidad de libros virtuales en su página electrónica, producto de su trabajo en el Estado, a lo largo de una década aproximadamente. El IMO se ha preocupado por crear textos que faciliten el ejercicio de gobierno y administración pública estatal, así como la instrumentación de la perspectiva de género en los ámbitos educativos a nivel bachillerato y universitario.
Por el lado académico, tenemos producciones interesantes esencialmente por investigadoras. Gloria Zafra (2005) analiza el movimiento migratorio, mismo que ha ocasionado que las mujeres incrementen sus actividades en las localidades rurales ya que ellas son quienes administran el dinero de las remesa; ellas han entrado a sustituir a los hombres en el trabajo comunitario, operando los proyectos productivos y en algunos casos pasando a ocupar los espacios de decisión económica y política. La misma autora, junto con Ana Alvarado y Laura Gaytán, publican el texto Mujer, trabajo y salud, las mujeres que se dedican a la elaboración manual de tortillas (2001). El mismo procura profundizar al respecto del papel de las mujeres oaxaqueñas como generadoras de ingresos a la familia mediante la práctica de una actividad ancestral: la manufactura de tortillas.
Un texto compilado por Josefina Aranda (1988), que lleva como título las mujeres en el campo, resulta uno de los primero referentes, en torno a los esfuerzos para discutir la situación de las mujeres mexicanas y en especial de Oaxaca y la situación laboral que viven en las zonas rurales. El texto es el resultado de la Primera Reunión Nacional de investigación sobre mujeres campesinas en México.
Margarita Dalton (2004a), con un texto titulado Mujeres, poder y democracia: presidentas municipales en Oaxaca, nos brinda un interesante referente sobre la situación que experimentan diversas mujeres al llegar al máximo cargo público dentro de los gobierno locales oaxaqueños. La autora expone que una vez que la mujer llega al poder se encuentra con nuevas circunstancias problemáticas. El papel que puede jugar como alcaldesa estará condicionado por el hecho de ser mujer, hay prácticas sociales e ideas comunes sobre lo que una mujer debe y no debe hacer. Existen cánones culturales, morales y religiosos que especifican la posición social de la mujer y en éstas no se incluyen la de practicar la política pública, ocupar un puesto de gobierno, ser autoridad, entre otras más. Estas situaciones traen una reacción negativa hacia la mujer que se atreve a participar y cuestionar sobre algunas costumbres que imperan en la comunidad y sobre comentarios que tienen que ver con su vida privada, que involucran a su familia y que a la vez se vuelven reclamos para los padres, esposos, hijos, y hombres cercanos a la mujer.
La misma Dalton (2005) en su escrito sobre La participación política de las mujeres en los municipios llamados de usos y costumbres considera tres ejes de análisis: la división sexual del trabajo en las comunidades, dónde se han reconocido las formas autóctonas de organización indígena, es decir en los municipios dónde la jurisprudencia indígena es la que prevalece. El punto número dos es la articulación del poder a la ideología de que las mujeres tienen labores propias de su sexo, esto como principio silencioso que sirve a un poder excluyente; y finalmente, la número tres, el contexto histórico desde dónde se estimula en diferentes vertientes la tradición y el cambio en cuanto a la participación de las mujeres, en este aspecto se puede considerar en teoría los espacios a favor de las mujeres; las leyes, acuerdos internacionales, etc.
Marinella Miano Borruso (2002), es una académica de la ENAH, que desarrolló un trabajo de investigación en la región del Istmo de Oaxaca. Hombre, mujer y muxe en el Istmo de Tehuantepec, es el título de su obra, donde desarrolla una serie de disertaciones, desde una perspectiva antropológica, sobre los procesos de construcción de identidades genéricas, en la región la mencionada. Resulta de interés el acercamiento que hace para el caso de los muxes, una variante genérica de la homosexualidad masculina, su historia, cultura, entre otros datos, sobre todo de carácter etnográfico. El supuesto matriarcado istmeño, Miano, lo desmaraña, mostrando el lado crudo de las estructuras masculinas, el ejercicio del poder y control sobre los otros cuerpos, esencialmente femeninos o feminizados (como es el caso de los muxes). A la fecha, si este bien no podría ser el único estudio sobre masculinidades en Oaxaca, es quizás, de los pocos que existen.
No me gustaría concluir este apartado, dejando la impresión de que lo aquí citado, es todo la producción referente a los estudios con enfoque de género en el Estado de Oaxaca. Tampoco puedo argumentar que la producción puede ser cuantiosa, estamos hablando de nuevas vetas, de las cuales, diversas instituciones de investigación superior, sobre todo en el área de Ciencias Sociales se han dedicado, al enfoque teórico que teje esta investigación. Actualmente existen algunas tesis, de nivel licenciatura y maestría primordialmente, que abordan las problemáticas y laberintos que viven las mujeres oaxaqueñas.
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